Nombrarnos feministas

Foto de Argentina Casanova portando un pañuelo verde con la leyenda "Aborto Legal Ya".

Argentina Casanova [1]

Ser mujer en México nos significa salir a las calles en un país en el que la vida de las mujeres está devaluada, con redes sociales y medios que nos descalifican, que exhiben nuestros cuerpos desnudos o destazados, en donde siempre hay un argumento que justifica la violencia. Es el país que aportó el concepto feminicidio porque a diario son asesinadas 10 mujeres y niñas, por el hecho serlo. Y caminamos en calles en las que, al salir con el pañuelo verde o el morado, o con algún símbolo feminista es causa de que nos insulte, nos amenacen con arrojarnos ácido en la cara o la propia policía nos tome fotos, nos vigile y esté dispuesta a hacer cualquier cosa que le orden en contra nuestra en una marcha.

En los últimos años ha cobrado mayor relevancia en el espacio público la movilización feminista en todo el mundo, mientras tanto en México cualquier accionar feminista es razón para ser criminalizada y perseguida, señalada y vivir bajo la amenaza de dos frentes: por un lado del Estado y sus agentes que con narrativas muy estructuradas violentan a la organización feminista, y por otro una sociedad civil que no denuncia ni quiere ser testigo de las mujeres que viven violencia y exigen justicia.

Ser feminista en México viene acompañada de la tarea de asumir la lucha por los derechos fundamentales, el derecho a una vida libre de violencia y a la justicia cuando toca ser víctima de algún delito por violencia de género, por violencia estructural y sistémica, como parte de las violencias que a diario vivimos las mujeres y las niñas, y que nos obligan desde el feminismo a sumarnos a un movimiento que solo aspira a que las mujeres seamos consideradas personas.

Ser feminista nos costó tomar la decisión de decirlo abiertamente y afrontar a las familias, a los amigos y amigas, y a un estado que nos quiere a todas “calladitas” y bien portadas, sin romper, sin gritar, sin protestar ni exigir que se respeten la vida de todas, sin pelear por la justicia de las madres de las desaparecidas y las víctimas de feminicidio, por las que han vivido la violencia sexual y son criminalizadas y responsabilizadas desde el estado por la violencia que vivieron.

Donde ser defensora y feminista es tener que asumir que las violencias atraviesan especialmente las vidas de las mujeres y las niñas, que en el campo y en la ciudad, en todas las luchas las mujeres son olvidadas y sus cuerpos son los territorios de conquista y de explotación de todas las violencias, la opresión que se viste de discursos que criminalizan desde el Estado, un país en donde en un solo municipio, en Ecatepec, se registraron más de 1200 feminicidios, unos cuantos más a los  registrados en el mismo período en un país como Argentina.

En México donde en lo que va de 2020, fueron asesinadas ocho defensoras de derechos humanos, que se suman a las 30 asesinadas de 2015 a la fecha. De enero a septiembre los datos oficiales reconocen hasta septiembre pasado 704 investigaciones de posibles feminicidios aun en medio de los tiempos de pandemia que para nada ha frenado la violencia feminicida.

Decidimos nombrarnos feministas primero en contra del patriarcado invisible, después nos asumimos defensoras de los derechos de las mujeres y las niñas en un país feminicida, violento que odia a las mujeres. Aún en contra de todos los riesgos elegimos llamarnos feministas y salir a las calles a exigir como ayer en el nacimiento del feminismo, el más esencial de los derechos, el derecho a vivir.

[1] Argentina Casanova, es miembra de FAR. Ella es defensora de derechos humanos, fundadora e impulsora de organizaciones feministas como la REDMYH AC y la Red de Feministas Peninsulares en México. Actualmente es Co-Directora Ejecutiva de la Red Nacional de Defensoras de DDHH también en México.